El héroe espacial de los cómics tiene nombre propio, Flash Gordon. Ni los que lo precedieron ni los que llegaron después obtuvieron nunca la popularidad y el reconocimiento que consiguió aquel jugador de polo reconvertido en salvador de la Tierra y, a partir de los años cincuenta, en una especie de policía galáctico que vio como sus aventuras se impregnaban —como en tantos otros casos— de las tensiones ideológicas de la Guerra Fría. En 1936, sólo dos años después de la publicación de su primera aventura en papel, Hollywood rodó un serial de trece capítulos en los que trasladaba al celuloide las aventuras del protagonista con una fidelidad pocas veces vista, todo lo contrario de la versión que en 1980 Dino de Laurentiis estrenó intentando crear una nueva saga que hiciera frente a La Guerra de las Galaxias, que por esas mismas fechas presentaba su entrega más valorada, «El imperio contraataca». Vistas con la distancia que dan los años, el serial del 1936 es un intento más que loable de rodar ciencia-ficción con los medios de la época, que no eran pocos, mientras que el largometraje de 1980 es una rara avis dentro de su contexto histórico y una demostración impagable de que a veces ni un buen guionista, ni un buen director, ni un productor de éxito, ni unos actores consagrados, ni una banda sonora potente, son garantía de éxito comercial.
hasta completar aforo. Las entradas comenzarán a repartirse en el Punto de Información del museo desde una hora antes (18h)