El lugar donde está ubicado el Museu Valencia de la ll-lustració i de la Modernitat -MuVIM- quedaba alejado del casco urbano de Valencia, y ello tanto durante el periodo de la colonia romana de Valentía y la antigüedad tardía (138 a. C.-713), como después, en la época islámica (714-1238) de Madina Balansiya. En cualquier caso, siempre fue un espacio frecuentado, como bien sabemos por los hallazgos de las intervenciones arqueológicas de los años 1997 y 1998 previas a la edificación del museo.
Esta situación aislada cambió después de la conquista de Jaime I en 1238, con el reparto y la transformación cristiana del casco urbano y el área periurbana. Al lado de la antigua Vía Augusta, actual calle de San Vicente, la construcción de la Torre del MuVIM se empezó cuando la ciudad ya había sido conquistada y antes de erigirse la muralla medieval cristiana (1356-1370).
En este momento histórico hubo hechos relacionados con la llegada a la península del sultán mariní Abü-l Hasan' Ali en 1339, que impulsaron al Consell de Valencia a ordenar que se reparara la antigua muralla musulmana y que se construyeron torres, portales y fosos alrededor de los suburbios y arrabales de la ciudad: todo ello para prepararse ante un intento de recuperar la ciudad islámica, y garantizar así una defensa avanzada para proteger el acceso sur de la ciudad por la Vía Augusta.
LA TORRE MEDIEVAL
Los restos arqueológicos conservados en el MuVIM nos han permitido conocer un poco más de la historia de nuestra ciudad. Así, las excavaciones y los estudios de los especialistas en historia medieval, y en arquitectura de este período, han hecho posible aproximarnos al pasado que rodea la Torre.
La técnica constructiva de la obra exenta ha sido estudiada por los arquitectos medievalistas Arturo Zaragozá yRafael Marín. La cimentación conservada de esta Torre remite a la tradición constructiva romana, que se mantuvo vigente durante la Edad Media en algunos lugares de Europa y, principalmente, en los territorios bajo dominio bizantino. Con las Cruzadas, la citada tradición regresó con fuerza a Europa, alentando el rápido desarrollo de la construcción bajomedieval cristiana.
La Torre conserva parte de dos muros menores y un paramento de 22 metros de lado, con unos muros de tres hojas ejecutados con dos frentes de sillería isódoma -de igual tamaño, regular y dispuesta en hileras de la misma altura- procedente de canteras emplazadas a una distancia no inferior a los 12-15 km, con un relleno de mortero. Este se confeccionó con cal aérea y áridos de río de cuidada granulometría vertidos por tongadas sucesivas, lo cual remite a la tradición cristiana. Por la envergadura, la calidad y la complejidad de su edificación, la tarea de levantar esta torre implicó la participación de mano de obra especializada procedente de distintos oficios y funciones muy diferenciadas (caleros, picapedreros ...), en coherencia con lo que sucedía en las obras del ámbito de la construcción militar cristiana del siglo XIII o inicios del XIV.
Destaca la presencia recurrente de una marca de picapedrero que se repite en cuatro de los doce sillares conservados, realizada con trepa o con un compás, y que es idéntica a otra localizada en la fortificación de Castellote (Teruel), de datación trecentista, ligada a las órdenes del Temple y del Hospital sucesivamente. También es similar a otras de la iglesia de San Miguel de Faces, en lbieca (Huesca), consagrada en 1259 y donada a la Orden Militar de San Juan de Jerusalén. Autores diversos han vinculado algunos elementos de esta última iglesia con la iglesia de San Juan del Hospital y la catedral de Valencia (García Valldecabres et al. 2007; García-Valldecabres 2010).
La técnica de terminación superficial de los sillares circunscribe la Torre, igualmente, al contexto tecnológico cristiano. Por su cara exterior se distingue con claridad la abundancia de unos leves surcos longitudinales con una inclinación de entre 45° y 60°, que se repiten de manera sistemática en todos los paramentos. Se trata de unas huellas de labra inconfundibles que, a modo de terminación rugosa, producían herramientas como el trinchante o el cepillo de abrasión, una pieza de madera con láminas metálicas. El primero se reservaba para piedras más duras mientras que el segundo, muy similar al crandall, «carril» o «peine» usado en Inglaterra y Francia, resultaba muy útil cuando el material era fácilmente trabajable.
En cuanto a las posibles características tipológicas de esta construcción, las dimensiones de su planta y su virtual sistema de cubierta, así como la presencia de un muro grueso y de otros dos perpendiculares al anterior (estos últimos de tan solo la mitad de espesor), amparan la hipótesis de un posible cierre con dos bóvedas de cañón paralelas y de una planta cuadrangular, con un máximo de 22x15m.
La excavación arqueológica permitió constatar que los restos se cubrieron para construir viviendas en la segunda mitad del siglo XIV, y la documentación medieval conservada evidencia que hay una carencia total de datos en cuanto a nombrar la Torre, ni tan solo como un referente topográfico, por lo cual parece ser que la obra se quedó interrumpida y nunca se concluyó.
En cualquier caso, los visitantes del subsuelo del MuVIM, con una simple ojeada, pueden comprobar a qué profundidad se encontraba el nivel del suelo cuando se construyó la misma, tras la irrupción de las tropas de la Corona de Aragón por estas latitudes y la creación del reino cristiano de Valencia. Y es que los siglos transcurridos no solo borraron la memoria de aquella construcción, sino que también añadieron sobre ella un conjunto de estratos de tierras remarcable, y construcciones, que elevaron el nivel en que se encontraba la superficie en esta zona durante la época bajomedieval.
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