Había que tener mucho talento y gozar de mucho ingenio para convertir una película de promoción de una folclórica en una brillante comedia, una parodia de la sociedad española y un alegato contra Estados Unidos. Y todo ello en el ya lejano 1952 y en un país que se hallaba sumido en el atraso y la miseria con las cicatrices todavía abiertas de la guerra civil. Luis García-Berlanga recordó con mucha sorna el origen de Bienvenido, Mister Marshall que fue digno de la picaresca y esperpento, dos claves de toda su filmografía. De este modo, una joven tonadillera (Lolita Sevilla) se ligó a un señorito fino adicto al régimen franquista (Joaquín Reig), quien contactó con un viejo amigo de Valencia, un comunista de pro y muy vinculado al cine (Ricardo Muñoz Suay) para que encargara a un camarada (Juan Antonio Bardem) y a «un señorito de sombrero monárquico» (el propio Berlanga) una comedia. Aunque parezca mentira, el compromiso asumido con los productores por Berlanga y Bardem, que más tarde se pelearon, consistía en codirigir una película que fuera divertida, cuya acción transcurriera en Andalucía y en la que Lolita Sevilla cantara siete temas. Por supuesto la lealtad al contrato fue muy relativa porque se trató de una comedia con mucha acidez, la trama se ambientó en un pueblecito castellano, más tarde disfrazado de andaluz y la folclórica protagonista apenas interpretó cinco canciones.
El compromiso era codirigir una película que fuera divertida, cuya acción transcurriera en Andalucía y en la que Lolita Sevilla cantara siete temas
En cualquier caso, Bienvenido, Mister Marshall dinamitó el cine folclórico y musical tan característico de los años cincuenta, pero utilizando sus propias armas y códigos. De hecho, el filme sirve como una magnífica radiografía de la España de la época, pero con ese toque de caricatura que imprimieron en el guion tanto Bardem y Berlanga como el escritor Miguel Mihura. Así las cosas, por sus secuencias desfilan una galería de personajes que rozan el estereotipo, pero muy representativos de aquel país rural y pobre, sumiso con el poder y esperanzado en un maná llamado plan Marshall que había de llegar de Estados Unidos. El alcalde obediente y asustado (José Isbert), el representante oportunista (Manuel Morán), la folclórica paleta (Lolita Sevilla), la maestra soñadora (Elvira Quintillá) junto a otros papeles, como el cura o el hidalgo, componen una fábula coral, una suerte de carta a los Reyes Magos, como definió Berlanga el filme. Ahora bien, estos personajes trascienden una época y un lugar concretos para convertirse en símbolos, en tipos reconocibles aquí y ahora. ¿Cómo no evocar el famoso discurso del alcalde Isbert desde el balcón del Ayuntamiento cuando uno escucha alocuciones y mítines de los políticos de hoy? «Como alcalde vuestro que soy, os debo una explicación y esa explicación os la voy a pagar» se ha convertido por ello en una frase repetida una y mil veces cuando una ciudadanía desengañada y escéptica parodia a sus gobernantes. ¿Cómo no reconocer en el mánager de la folclórica a esos publicistas y asesores de imagen actuales que falsean la realidad para lograr sus beneficios? ¿Cómo no simpatizar de algún modo con ese hidalgo arruinado, pero orgulloso, que se niega a pedir limosna a los invasores yanquis?
A pesar del éxito que obtuvo Bienvenido en el festival de Cannes y de los premios recibidos en España —unos impulsos que favorecieron que la película permaneciera dos meses en las carteleras— el rodaje en el pueblo madrileño de Guadalix de la Sierra supuso una auténtica tortura para Luis García-Berlanga, según destacó en sus memorias. La explicación de esta tortura radicó en que un novel director de apenas 31 años de edad, recién acabados sus estudios en el Instituto de Cine, tuvo que enfrentarse a un equipo técnico y a un elenco de actores veteranos que, en su gran mayoría, observaron a Berlanga como a un pijo presuntuoso que podía saber mucho de teoría cinematográfica, pero no tenía ni idea de dónde colocar la cámara. Por ello, los amagos de rebelión encabezados por Pepe Isbert y por el director de fotografía, Manuel Berenguer, estuvieron a la orden del día y amargaron la experiencia de un director que afortunadamente contó con el respaldo de los productores de Uninci, una empresa sostenida en la sombra por el clandestino Partido Comunista. No obstante, Berlanga no guardó rencor a aquellos actores y buena prueba de ello fue que volvió a buscarlos para sus siguientes filmes, en especial a José Isbert al que consideraba un intérprete excepcional. Pasados los años y ya convertida Bienvenido en una película clásica del cine español, aquel curtido y prolífico actor, de baja estatura y voz ronca inconfundible, recordó con cariño aquel rodaje y llegó a calificar a Berlanga de «director ideal para el actor».
El filme sirve como una magnífica radiografía de la España de la época
Han transcurrido casi siete décadas desde el estreno de Bienvenido, míster Marshall y muy pocos aficionados al cine no reconocen al instante el estribillo de «americanos, os recibimos con alegría». O los ozú que Lolita Sevilla exclama por toda respuesta a las preguntas o la voz en off de Fernando Rey describiendo Villar del Río. O las secuencias finales en las que una comitiva de automóviles pasa veloz y sin detenerse por un pueblo que se había engalanado para recibir a sus presuntos salvadores. En fin, todo ello atestigua que el cine de Luis García-Berlanga no ha envejecido porque sus argumentos y sus personajes apuntan a claves universales. A Bienvenido siguieron Plácido, El verdugo, La escopeta nacional, La vaquilla o Todos a la cárcel, unas obras maestras que mantienen vigentes las características de la filmografía berlanguiana: esa irreverencia frente a los poderosos, esa denuncia de los vicios sociales, esa mirada despiadada y tierna a la vez sobre sus personajes, esa solidaridad con los perdedores. El paisaje y el paisanaje de Villar del Río adquieren hoy formas muy distintas, pero la esencia de la historia no ha cambiado mucho. Por ello Bienvenido, Mister Marshall ha alcanzado la cumbre de los clásicos.
Miguel Ángel Villena | Periodista e historiador