En el siglo XX tuvo lugar el auge de la escritura para los instrumentos de cuerda, después de que compositores como Chaikovski o Dvořák compusieron obras de gran relevancia. En este concierto transitaremos por las diferentes corrientes musicales de la Europa del siglo pasado a través de obras que capturan la esencia de diferentes culturas y épocas.
Escritas en origen para voz y piano, las «Dos melodías elegíacas, op. 34» de Edward Grieg fueron orquestadas por el mismo compositor en 1880. Las dos obras hablan de la belleza, pero también de la tristeza de la vida, y demuestra la maestría de Grieg a la hora de crear melodías con una gran profundidad expresiva. Por su parte, Edward Elgar fue un compositor esencial para comprender la música de finales de la era victoriana. Su lenguaje musical es romántico. Y una buena muestra la tenemos en su «Serenata para cuerdas op. 20», compuesta en 1888.
El compositor noruego Edvard Grieg (1843-1907)
Las «cinco danzas griegas» de Nikos Skalkottas, creadas en 1933, nos muestran el interés del compositor por su folclore: tanto la parte rítmica como la melódica, con un armonía propia del siglo XX, son un buen ejemplo. Eduardo López Chavarri fue un compositor, musicólogo y escritor clave del modernismo valenciano. En sus «Acuarelas Valencianas» nos transporta a la huerta y al mar. Cada escena se presenta como un motivo para evocar la música popular valenciana.
El compositor griego Niklos Shalkottas (1904-1949)
Finalmente, el «Divertimento no. 1 para orquesta de cuerdas, op. 20» de Leo Weiner combina cierto neoclasicismo con la música tradicional húngara. Fue escrito en 1934 y es una demostración de su dominio de la composición para orquesta.
Surgida de las inquietudes, vocación y necesidades artísticas de un grupo de jóvenes valencianos con amplia formación en reconocidas escuelas nacionales e internacionales, la Orquesta de Cámara de la Sociedad Filarmónica de València nace con el propósito de crear un proyecto de alta calidad musical. Actúa con regularidad dentro de la temporada de conciertos de la Sociedad Filarmónica de València, además de otros festivales.
Su director y cofundador, Julen Fernández, también valenciano, recibió de su madre las primeras lecciones de piano a los tres años. Su inquietud musical le llevó a explorar el misterio de cómo una composición —que en su origen es tan solo una idea, un impulso, una experiencia o inspiración del autor— se transforma, a través de una partitura, en una interpretación que encuentra su propio eco en cada oyente. Esta inquietud lo impulsó a la dirección orquestal, un camino que lo llevó hasta Brescia y Milán. Si algo caracteriza a Fernández es su disposición a aprender de manera continua, consciente de que conseguir la excelencia —como se propone en todo el que hace— sólo es posible mediante el estudio y la disciplina, pero también a través de la pasión y la gratitud