Vicent Machí (Gavarda, 1997) es heredero de aquella Gavarda de leyenda. Aquella de las aguas y el miedo al desastre, pero también aquella que muestra que sigue brillando el sol en cada amanecer y que este acompaña la esperanza de los habitantes del pueblo. Su trabajo se inspira en el paisaje, entre lo que se supone natural en este y el complejo entramado de ciertas formas, diríamos, postnaturales que se pueden observar en el legado de esta localidad.

Machí trabaja unas estructuras plásticas de carácter abstracto, pero reconocibles. Por un lado, observamos un lienzo que efectúa su papel como un registro del suelo de Gavarda. En él vemos el rastro de un paseo, de un deambular emocional, por las calles del antiguo pueblo. Mediante una especie de dispositivo performativo con el que se extiende el cuerpo del artista, arrastra la tela como un fardo adaptándose a ese dispositivo. La experiencia del caminar sobre un lugar ya no deja huella, sino que el artista sustrae en su arrastre la impronta de las aceras, carreteras, descampados en los que antes se erigía una casa. La tela se impregna de pequeñas ruinas de las viviendas que fueron asoladas por el fenómeno o derrumbadas por el ayuntamiento. Por otro lado, advertimos unas formas geométricas reconocibles: la circunferencia y el rectángulo. Dos figuras básicas que sirven como dispositivo modular para crear juegos de presión y formas entre el suelo y el lienzo. En este sentido, se abstrae el posible carácter pictórico de la pieza mediante el gesto performativo, en el que el pigmento es el propio resto que perdura sobre la tela tras la travesía. Así, sus derivas azarosas se convierten en un estudio sobre la experiencia y sobre la construcción del propio paisaje.

La memòria del terra está compuesta por una decena de lienzos de gran formato y un vídeo ꟷque recoge la acción realizada por el artista para efectuar las piezasꟷ donde lo físico del terreno, así como lo experiencial de la actividad cobran un sentido memorístico. Estas piezas, producidas ex profeso para el MuVIM, continúan un trabajo previo realizado en su serie Sobre el paisaje. En ambos Gavarda es la protagonista. El paisaje de Gavarda se convierte en un escenario donde conviven las formas naturales y la acción del ser humano, configurando una amalgama sedimentaria de historias que se entrelazan para contar el pasado. Cuando Machí recoge las partículas epidérmicas del suelo de Gavarda está componiendo una especie de memoria del polvo que sirve como estudio estratigráfico de la vida en esta localidad.

Johanna Caplliure