Aunque ahora parezca difícil de creer, la cantante Doris Day y el actor Rock Hudson formaban al principio una pareja improbable. Él deambulaba por películas de serie B hasta que Douglas Sirk lo eligió para protagonizar junto a Jane Wyman su melodrama Magnificent obsession (Obsesión) en 1954. Ella era una prestigiosa cantante de variedades que participaba sobre todo en películas que explotaban sus dotes para la música y el baile. En 1959, los estudios Universal decidieron reunirlos como pareja protagonista en Pillow Talk (Confidencias a medianoche) que se convirtió en un éxito de taquilla y le valió a Doris Day su única nominación a los Óscar.
De hecho, el éxito de la cinta fue tal que los estudios decidieron abrir una franquicia cinematográfica con la pareja y el producto: sólo dos años después, en 1961, se presentaba al público Lover come back (Pijama para dos), una comedia romántica que mantenía prácticamente la misma estructura argumental que la anterior. Porque en ambos casos todo parte de un contratiempo técnico: los dos protagonistas comparten accidentalmente línea telefónica, lo que les permite escuchar las conversaciones del otro y detestar la personalidad de su compañero de auricular. Ese será precisamente el detonante de una serie de equívocos y malentendidos —casuales en un primer momento, intencionados después— que no evitarán sin embargo que el amor acabe triunfando de manera inesperada. Como inesperada fue la química que desprendía la relación entre dos actores de tan diferente formación y —ahora lo sabemos mejor— apetitos sentimentales. Lo más sorprendente, sin duda, es que cincuenta y siete años después la película no sólo se sostiene dignamente en pie, sino que —aparte de ciertas excrecencias sexistas que merecen un remozado— mantiene una frescura insólita que sigue haciéndonos reír.
(Lover Come Back) Delbert Mann, EE.UU., 1961, VOSE, 107’
Sábado 7 de julio a las 22h
Acceso libre y gratuito
Terraza y jardín del MuVIM
El engaño es la piedra angular de las dos primeras comedias románticas protagonizadas por Rock Hudson y Doris Day. Pero en «Pijama para dos» esa idea se refuerza más porque sus personajes se dedican profesionalmente a una actividad que empezaba a cobrar una importancia cada vez mayor en un capitalismo que empezaba a apuntar al consumo como principal motor económico: el mundo de la publicidad. De hecho, Jerry Webster —papel encarnado por Rock Hudson— es un caradura con éxito en los negocios precisamente porque no duda en utilizar todas las tretas asociadas al campo semántico de la mentira: embauca, simula, falsea, confunde y hasta estafa. Al fin y al cabo, la publicidad trata de seducir al potencial comprador, de la misma manera que el protagonista acaba seduciendo a su partenaire en la película. Y seducido por ella.
La película es un modelo clásico de comedia romántica de enredos en la que el guión no deja de retorcerse argumentalmente.
La crítica a los excesos de la publicidad, aunque no ponga en cuestión sus aspectos más sexistas. No hay que olvidar que es un producto de principios de los años sesenta con casi sesenta años a sus espaldas.