El cómic —o historieta— tiene su origen en la prensa de Estados Unidos cuando comienza la centuria pasada, con la creación de personajes como Yellow Kid de Oucalt o Little Nemo de Winsor McCay -considerado uno de los grandes genios del cómic- que marcan un antes y un después en el estallido del cómic.
El cómic moderno nace en la prensa estadounidense de principios del siglo XX
En pocos años se multiplican y se encadenan series y personajes. Aún «cómicos» al inicio pero rápidamente «serios» y «realistas». Buck Rogers, Tarzan o Flash Gordon reconducen las viñetas hacia otros mundos —los de las aventuras—, que recorren de la mano del cine.
Poco a poco, los otros creadores que acompañaron o siguieron al padre de Yellow Kid, se fueron enganchando al nuevo arte, al cómic. Estos genios, cobraban a destajo y según los ejemplares que eran capaces de añadir, gracias al éxito de sus personajes y de sus series, a la difusión de los diarios que las reproducían. Hemos de tenerlo bien claro. El cómic era un arte industrial. Tan industria como arte. O más industria que arte. Y la supervivencia de sus artistas, cada vez mejor pagados, pero nunca suficientemente, les importaba tanto como su orgullo o su instinto creativo. Esta premisa define a Outcault, pero también, dentro de nuestras fronteras, a Ricard Opisso, Manuel Gago, Josep Sanchis o Francisco Ibáñez.
El cómic era un arte industrial. Tan industria como arte. O más industria que arte
Arte e industria. Industria y arte. Un binomio complementario y necesario, pero también descarnado, que después asumirán con pretensiones snobs los representantes del pop art, que repescaron la litografía o el cartel como armas de difusión masiva. Por eso justamente Andy Warhol, Roy Lichtesntein o Tom Wesselmann son hijos del cómic criados entre ilustraciones y papel barato de prensa.
El Príncipe Valiente de Harold Foster
Como en el resto de artes, el cómic siempre ha tenido una escuela. Virtuosa en el caso de los Estados Unidos entre 1900 y 1940. Cada dibujante era superado por otro, que irrumpía con todos los conocimientos anteriores adquiridos en las páginas publicadas. ¿Quién influía a quién? Alex Raymond, Matt Clark, Harold Foster o John Collen Murphy son claros ejemplos con personajes como Flash Gordon o El Príncipe Valiente.
Como en el resto de artes, el cómic siempre ha tenido una escuela. Virtuosa en el caso de los Estados Unidos entre 1900 y 1940
Ideas originales, relación entre cómic e ilustración o pintura, intercambios entre creadores, copias y plagios, homenajes, peleas, denuncias y juicios, maestrías reconocidas y rechazadas… La historieta en los Estados Unidos en la etapa más clásica, la que determinó los precedentes que han ido alargándose durante más de un siglo y han llegado a todas partes, definió un mundo lleno de genialidades e influencias cruzadas. El que tomaba, a su vez cedía. Llegaron, eclosionaron y vencieron.
Nadie puede negar que todo aquello que ha aportado el cómic en las décadas siguientes, se quiera o no reconocer, siempre ha sobrevivido. Que sí, que sí, que existe una escuela franco-belga, que los japoneses han sabido llegar muy lejos y con estilos indiscutiblemente propios y que en otras partes del mundo también se cuecen habas. Todo eso es cierto. Como también lo es, el reconocer con humildad el impacto en la cultura mundial de unos creadores que se sentían tan grandes como querían que fuera su cuenta corriente a final de mes. Sin conseguirlo casi nunca. ¡Gloria a los héroes!
Entrada general: 2€
Tarifa reducida: 1€ Fines de semana y festivos entrada gratuita
Esta exposición forma parte del ciclo «MuVIM Còmic ON» que incluye también la muestra «El inicio del cómic en la Península», visitable en el hall del museo