Su búsqueda incesante de conocimiento, bajo el parámetro de un pensamiento racional y experimental, alejado de las directrices imperantes en los ambientes universitarios, caracterizados frecuentemente por el rechazo -incluso el odio sistemático- a las nuevas ideas provenientes de Europa; condujeron al intelectual valenciano a frecuentar desde joven las academias de los despectivamente llamados novatores (innovadores). En estos círculos, germen de la posterior Ilustración y refugio del dogmatismo escolástico, entró en contacto con las ideas renovadoras de figuras como Bernat Josep Saragossà, Baltasar Iñigo, José de Castellví, Félix Falcó de Belaochaga o Juan Bautista Corachán, con quienes participaba en tertulias sobre las nuevas corrientes de pensamiento científico, descubiertas a través de libros importados o correspondencias mantenidas con otros eruditos europeos.
Su naturaleza didáctica dio lugar a una serie de compendios que reflejan todos los avances alcanzados hasta la época en diversas disciplinas. Su Compendio Mathematico abarca áreas de conocimiento tales como la geometría, la aritmética, el álgebra, la óptica, la hidrotecnia o la hidrometría. También fue autor de otros estudios vinculados a la filosofía natural o la metafísica, así como del Tratado de Arquitectura civil, Montea y Cantería y Relojes, cuya influenciable es notable en varias arquitecturas fuera de la península.
Sin embargo, la aportación de estos novatores no se limitaba a la esfera teórica, sino que a menudo eran requeridos como asesores o ejecutores de obra pública. En el caso del pare Tosca, además del famoso plano encargado en 1704 por el consistorio de la ciudad y trazado sin el aprovechamiento de la cartografía previa –una medida harto laboriosa, pero coherente con su mirada progresista-, proyectó junto a J.B. Corachán la remodelación y ampliación del puerto del Grao de Valencia y concibió un nuevo teatro para la ciudad en la calle de La Olivera. Asimismo, fue el responsable de la designación del arquitecto para la puerta barroca de la catedral de Valencia, escogiendo para este fin la propuesta de Konrad Rudolf por su carácter innovador en planta, siendo el resultado uno de los mejores ejemplares del barroco arquitectónico en España. Concebida como un retablo de grandes dimensiones, su juego de concavidades y convexidades se diferenciaba de la arquitectura más enraizada en la tradición valenciana.
A Tosca se deben los planos (y quizás el diseño de la fachada) de la iglesia de la Consagración -hoy de Santo Tomás y San Felipe Neri- en la cual ingresó como sacerdote a los veintisiete años, presidiendo tiempo después su decanato. Su fervor por la beata Inés de Benigànim le llevó a escribir Vida, Virtudes y Milagros de la venerable madre Sor Josepha Maria de Santa Ines. Una biografía compuesta por cuatro libros, donde detalla los principales sucesos de vida, virtudes y dones, así como el fallecimiento de esta religiosa agustina beatificada por el Papa León XIII en 1888.
Ester Algarra Santacreu i Fernando López Uhden