A lo largo de sus cincuenta años de carrera profesional, el diseñador ha contribuido de manera notable al elevado prestigio alcanzado por la pasarela española. Como ya ocurrió con Balenciaga, Montesinos formula una propuesta de identidad que arranca en la modernidad más radical y que transgrede lo existente hasta ese momento.
La transgresión, la ironía y el folclore enlazan su discurso, lo recorren; la alegría, la libertad y el Mediterráneo son su pasión. La obra de Montesinos es un arte que nace y muere entre seda y fuego, tal como lo hace su tierra, València.
Alejado del costumbrismo decimonónico, su trabajo no está exento de una carga emocional directa y reconocible en los motivos iconográficos y estéticos de su trayectoria. La fuerza de su lenguaje, la consistencia de su propuesta y su apelación a los valores de la diferencia son sus propias enseñas. La innovación, la investigación cultural y la vinculación de la tecnología y la técnica han conformado todo un universo “montesiniano”.
Como hijo del pop, Montesinos ha bebido de todas las fuentes vanguardistas y populares. Incluso el thrash ha influido en sus colecciones, como la de Dressater de Berlín Cultural (1988) y la ya mítica de la Plaza de Toros de las Ventas (1985), con la presentación de su marca personal Made in Spain. Desfiles repletos de cármenes, vírgenes, pelotaris o toreros que expresan y determinan su identidad.
Francis Montesinos ha desarrollado una de las carreras más excitantes y significativas del panorama del diseño español. Visionario, creativo e innovador, su aportación ha marcado nuevas pautas artísticas y una estética novedosa que han influido con una intensidad extraordinaria tanto en la industria como en la cultura de la moda española.
Debido a la situación actual por la Covid-19, la Sala Alfons Roig está limitada a un aforo de 25 personas.
El poeta Paco Brines describe la obra del diseñador como:
“El festín de los colores, las tentaciones del tacto, el deslumbramiento de la belleza. Una mirada niña, entre pagana y religiosa, se ha transmutado ahora en la realización sorprendente y exaltada de la belleza del cuerpo humano. Hagamos más hermosos al hombre y a la mujer, detengamos la vida en el filo emocionante de la trastornada juventud. Y advertimos que, gracias a Francis Montesinos, hemos aprendido a amar más y mejor la vida, porque nos la ha sabido entregar con aquello que la hace más valiosa: su mágica intensidad”.