El idioma inglés distingue, con un leve matiz, entre fake y false. Es cierto que ambas palabras comparten un mismo significado, el de algo —un objeto, una noticia, un hecho— que no es real, pero que tiene la intención de hacerse pasar por real. Pero una cosa falsa lo es también porque puede ser errónea (un razonamiento falso) o no verdadera, como por ejemplo que el Sol gira alrededor de la Tierra. La diferencia entre fake y false es, por lo tanto, la intencionalidad: en todo aquello fake existe la voluntad de engañar. Vivimos en una era fake: no es el mismo estar equivocado sobre algo —involuntariamente— que engañar a propósito a alguien, por ejemplo haciéndole creer que eso que contempla es una obra de arte original.

Desde en 2014, año en que se creó la Unidad de Patrimonio de la Policía de la Generalitat Valenciana, se han decomisado un total de 6.105 obras de arte, de las cuales 650 eran obras pictóricas. A pesar de que no despierta alarma social, se trata de una actividad delictiva que mueve una gran cantidad de dinero. De hecho, es la cuarta que más capital de origen ilícito genera, por detrás del tráfico de armas, el de drogas y la prostitución. Para poner solo un ejemplo, las obras que se exponen en la muestra del MuVIM «FALSO. El arte del engaño o el engaño del arte», podrían haber supuesto, de no haber sido interceptadas, 51,7 millones de euros en el mercado de intercambio de obras de arte.

Sobrevivir a la era fake

En este Ciclo de Cine, las 5 películas seleccionadas hablan de la vida, las intenciones y la obra de cinco grandes falsificadores de la historia. Hay películas más antiguas, como la dirigida por Orson Welles en 1974, y también muy actuales, como la que Kike Maíllo escribió y dirigió en 2022. Porque, al fin y al cabo, la vida y obra de un falsificador puede ser tan o más interesante que la de un artista, sin la carga metafísica que comporta la idea —y el peso — de la originalidad.