Los personajes antropomórficos con rostro de conejo, tan representativos del trabajo de la artista, reivindican las luchas históricas por los derechos de las mujeres. Una figura central, que recuerda a la bruja del cuento de Blancanieves, lanza un hechizo contra el espejo y genera grietas en forma de rayo amarillo por las que emergen las otras protagonistas.
Se trata de una metáfora en torno a la ruptura del llamado “techo de cristal”, término que en los estudios de género se refiere a la limitación velada del ascenso laboral de las mujeres, condicionadas por la falta de conciliación y de igualdad de oportunidades en muchos casos. Así, dos madres con sus bebés en brazos intentan realizar todo tipo de tareas mientras son reprendidas por Mr. Monopoly, en alusión a las dinámicas opresivas del capitalismo neoliberal.
La presencia de la escritora Virginia Woolf, considerada una de las más destacadas del vanguardista modernismo anglosajón del siglo XX, comunica con el presente al verse en esa habitación propia que reclamaba como espacio privado de libertad femenina, teniendo detrás un poster de Madonna retratada durante el videoclip de Material Girl. Como cuando Shakira hizo la canción con Bizarrap y popularizó la frase de “las mujeres ya no lloran, las mujeres facturan”, subyace la intención de evidenciar la importancia de la independencia económica.
Tras siglos de avasallamiento, en el XXI las mujeres encuentran su lugar. Sigue habiendo quien, cuanto más independientes sean, más brujas las señala. Pero aquellas magas que probablemente fueron alquimistas, avanzadas a su tiempo, se han liberado. Vuelan sobre sus escobas hacia los confines del arte.
El museo se presenta como templo en este ejercicio de reflexión a través de las imágenes plasmadas en un emplazamiento tan original. Con un carácter translúcido que cambia la perspectiva sobre la obra a lo largo del día, con el paso del sol, sus tonos morados y rosados proyectan reflejos sobre la maqueta de la ciudad de Valencia sita frente a la cristalera. Porque la nuestra es tierra de cultura, derechos y libertades.
Marisol Salanova, crítica de arte y comisaria
Bárbara Sebastián a.k.a. Barbiturikills (València, 1972). En 1995 ya era licenciada en Bellas Artes y Máster en Artes Gráficas por la UPV. Siempre se interesó por el formato grande y las intervenciones en el espacio público, pero fue años más tarde (2010) cuando se lanzó a las calles a pintar con sprays. Tras un paréntesis artístico en los que primó el trabajo de diseñadora gráfica, compartir estudio con un grupo de grafiteros (la XLF) le contagió de esta pasión que es pintar en la calle. A partir de ahí, su vida se convierte en un caos maravilloso. En un primer momento pintaba siempre en compañía, pero poco a poco empezó a desarrollar proyectos en solitario y fue profundizando en su universo y su discurso. Actualmente combina su trabajo como muralista con la ilustración y la pintura al óleo. Sus conejitos tienen historias que contar. Historias alegres, ácidas, divertidas y un poco reivindicativas: “Revolución, amor y humor” es su lema.